domingo, 24 de noviembre de 2019

Los funerales de la Mamá Grande/La mortaja

    Durante estas últimas semanas me ha dado por releer libros de relatos casi olvidados. Volví con curiosidad mis ojos a Los funerales de la Mamá Grande (1962), una colección de relatos del imprescindible García Márquez, que había leído por vez primera en los años 90 -mucho después de haber descubierto al autor gracias a su obra Cien años de soledad 1967)-, y que ya prefiguraba ambientes, elementos y personajes plasmados con posterioridad en su obra capital. Los 8 relatos integrados en la obra fueron escritos entre 1959 y 1962. Era su primer trabajo como cuentista publicado en libro, y en cierto modo un ensayo general de lo que habría de suponer la publicación de su novela más celebrada -entre 1962 y 1967 solo publicó la novela La mala hora (1962), y un año antes, El coronel no tiene quien le escriba-. Macondo emerge como una geografía insondable, un lugar imaginado pero impalpable, espacio bullanguero, inconmensurable, donde todo es posible, pero al tiempo desmembrado, de una solitud descarnada y contradictoria. Y aparecen personajes como el coronel Aureliano Buendía, el primero de los cientos que pueblan la novela Cien años de soledad. Y, como no podía ser de otra manera, juega con la hipérbole, esa especie de barroquismo local, el juego de la fascinación, del hechizo para hacer más digerible a la cruda realidad.


      Con la intención de recuperar lecturas arrinconadas, a continuación rescaté de los estantes a La mortaja (1970), libro integrado por 9 relatos escritos entre los años 1948 y 1963 y que yo había leído en los años 80. A diferencia del autor colombiano, esta recopilación de historias breves, por parte del vallisoletano, suponía su cuarto trabajo publicado como narrador breve. En contraposición a la exuberancia de García Márquez, el maestro Delibes nos muestra su más descarnado realismo, sin adornos,  sin subterfugios, con las palabras justas y la sequedad propia de la vieja Castilla. Delibes, por enésima vez, y aunque sea a cuentagotas en contraposición a sus novelas más ambiciosas, plantea su máxima de: Un hombre, un paisaje, una pasión. Pero también vuelve a explorar en la vida de provincias, el campo castellano y esa afición por la caza; y, por descontado, fluye la constante de la infancia, la naturaleza o la muerte, cuestiones recurrentes y que cuestionan al ser humano en su propia contradicción.



      Es muy razonable pensar cómo se me ocurre equiparar dos libros tan dispares como son sus propios autores, con unas diferencias tan acusadas en todos los sentidos, incluso en sus poses para ser fotografiados, pues, Gabriel García Márquez aparece en casi todas sus fotos con una sonrisa de oreja a oreja, mientras Miguel Delibes muestra el gesto serio, incluso severo, diría yo. A pesar de todo, tienen similitudes nada desdeñables. Miguel Delibes nace en 1920 y Gabriel García Márquez lo hace en 1927, los dos nacieron en los años veinte del siglo pasado. Ambos se iniciaron en el oficio de escribir como periodistas, algo que se refleja perfectamente en sus libros de ficción, pero también, especialmente en el caso del colombiano, en sus obras de investigación: Relato de un náufrago, La aventura de Miguel Littin clandestino en Chile, etc. Los dos son magníficos escritores de relatos cortos y sin embargo son reconocidos mundialmente como maestros de la novela. Los dos aparecían cada año en las quinielas para hacerse con el Premio Nobel, si bien solo lo ganó el de Aracataca. Para terminar: aunque parezca pura contradicción, el americano y el español cultivan con muy opuesta carpintería el realismo, y si bien García Márquez se ayuda de triquiñuelas y de un ingenio desbordante para edulcorar la cruda realidad haciendo más digeribles las penurias de allá, realismo mágico, en el fondo coincide con esa especie de carpintería más simple y exacta que utiliza el vallisoletano, sin adornos, llamando a las cosas por su nombre, y que se ha venido en llamar realismo social.  



     Dos libros de relatos, dos estilos que tenía olvidados y que me han permitido disfrutar de nuevo de su maestría. Dos lecturas ineludibles para entender mejor el universo narrativo de dos de los mejores escritores de siempre.


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