lunes, 16 de junio de 2025

Los políticos (mis charlas con Fermín)

 
- Recuerdo una ocasión, ya otoño; recién iniciado el curso. Era un día soleado, con pocas nubes. Debía de ser sábado o domingo porque no teníamos clase. Subimos al Mirador de Corullón y nos tiramos la tarde entera, merienda de por medio, contemplando la panorámica. Hacía poco que habíamos vendimiado en la viña de los Paúles un par de días, y el Padre Pérez estaba contento con la cosecha, también el bueno de Blas. Entonces te pregunté qué harías cuando acabáramos octavo.

  - Y yo te dije que no tenía ni idea. Que ni siquiera había pensado en mi futuro profesional. Que de niño sí lo tenía más claro: boxeador profesional. Entonces te echaste a reir.

  - Y te dije que no te podía imaginar pegándote con alguien.

  - Ni yo tampoco, ahora que han pasado tantos años. Supongo que esas veladas en blanco y negro que retransmitían por la televisión, inocularon en mí el veneno de la disputa cuerpo a cuerpo.

  Mientras el recuerdo nos atenaza, Fermín no deja de hojear el periódico, al tiempo de beber a pequeños sorbos el café con hielo. De súbito, por sorpresa, me suelta una de sus muchas confidencias inesperadas.

  - Hace cuarenta y muchos años jamás te hubiera dicho algo con respecto a mi futuro que no fuera meterme a cura. Ni siquiera ingeniero, a lo que me he dedicado toda mi vida. Ahora, si tuviera cuarenta años menos, a lo mejor te hubiera dicho que mi prioridad sería ejercer la política.

  - ¿Estás de broma?

  - Para nada. Te lo digo como lo siento.

  - Pero si tú jamás te has interesado por ella.

  - Es cierto. Pero viendo cómo está el patio político y el grado de mediocridad de quienes nos gobiernan y de quienes aspiran al poder, no me importaría dedicarme de lleno a ella.

  - Cuidado con lo que dices, no vaya a pasarte factura.

  - Estoy curado de todo y contra todos. Y puedes seguir escribiendo sobre nuestros encuentros si esa es tu apetencia. Te doy permiso.

  - De acuerdo. De todos modos no acabo de entender tu repentino interés por la política.

  - Nunca me ha atraído, es cierto. Y sin embargo, cuando sale a la luz un nuevo caso de corrupción, me cabreo; es algo que me supera -en ese momento señala la foto del triunvirato de los presuntos corruptos-. Para mí es inconcebible que se puedan dar casos tan repugnantes dentro del sector público, que es de todos los españoles, y además con cierta frecuencia. Es entonces cuando pienso que yo podría hacerlo mucho mejor.

  - Nadie está libre de ignorar lo que puede pasar en la casa propia, ni siquiera tú.

  - ¡No me jodas, Julio! Las estafas a gran escala tienen que verse a leguas de distancia. Yo no termino de creerme que el Presidente no estuviera al tanto de las idas y venidas de estos tres pájaros -vuelve a señalar la foto-.

  - Pues el Presidente dice que no sabía nada al respecto.

  - Todos dicen lo mismo, que no estaban al corriente de las fechorías de sus subalternos. El Presidente que le precedió también decía lo mismo, desconocer tales actos; sin embargo, supuestamente, participaba "del negocio", cobrando, supuestamente, reitero, sobresueldos en negro no declarados, lo cual es una contradicción más grande que la Catedral de Burgos. Yo no nací ayer, y puedo equivocarme, pero me atrevería a decir en un noventa por ciento que quien nos manda, al menos se debía oler la tostada.

  - Yo no estaría tan seguro de que estuviera al tanto. De todos modos, siendo así, un desconocedor de los hechos, me parece de una gravedad extrema, más teniendo en cuenta que eran personas de su máxima confianza. ¿Tú qué harías de verte metido en algo tan vergonzante?

  - Es que yo no termino de verme en algo así. Lo siento si parezco presuntuoso. Es posible que al principio no me diese cuenta, pero en menos de un año los habría calado. Estoy seguro.

  - Vamos a ponernos en lo peor y suponer que estuvieras en la inopia, ¿qué harías en el caso del Presidente?

  - Dimitir. O en su defecto convocar elecciones anticipadas. ¿Tú que harías, entonces?

  - Tal vez convocar las elecciones. De lo que sí estoy seguro es de no hacer el Tancredo, como hizo su predecesor hasta que perdió la Moción de Censura.

  - Pues eso. Uno no se puede quedar de brazos cruzados como si nada hubiera pasado. El problema, amigo Julio, y siento decirlo con tanta crudeza, es que los políticos de ahora son de una mediocridad que espanta. Solo tienen en su cabeza la obsesión del poder por el poder. Quienes lo ostentan lo defienden con uñas y dientes, aunque cueste sangre y sudores. Y quienes aspiran a conquistarlo, lo intentan por todos los medios, lícitos e ilícitos. Así lo siento.

  - Tampoco hay que ponerse tremendo. En la política nacional también hay gente válida.

  - No te lo voy a negar, pero mucha menos de la que te crees. Los políticos, amigo Julio, son un mal de la democracia. Un mal menor si quieres, comparado con los seudo políticos de una dictadura y sus innumerables corruptelas, las cuales no trascienden al ocultarse, como las que se daban aquí en tiempos de Franco, jamones incluidos. Pero vuelvo a repetir, nuestros políticos actuales dejan mucho que desear con respecto a los que pilotaron la Transición.

  - Bueno: en tiempos de Felipe González ya existían las corruptelas, mucho más abundantes y graves que las de ahora. Recuerda los GAL, la financiación ilegal del PSOE, la fuga de Roldán, etc.

  - Eso es así. Pero no hay color entre aquellos contemporáneos suyos y los de ahora. Y por desgracia, esta mediocridad política no es exclusiva de España. Por ejemplo en Estados Unidos también se da, donde un dictadorzuelo, corrupto y bocazas, además de sin dos dedos de frente, está llevando a su país al precipicio, y tal vez al resto de la humanidad con él.

  - Eres un tremendista.

  - Es lo que hay. A estas alturas de la película estoy curado de todos los espantos, también de los que estén por venir. Yo no albergo grandes esperanzas con respecto a un futuro gobierno de PP y Vox. Soy escéptico con respecto a sus políticas, y también a lo referido a una supuesta regeneración política. Escucho a unos y otros, y me resulta repugnante lo que llega a mis oídos. 

  - En parte estoy de acuerdo contigo. Escucho a muy concretos políticos del momento -incluidos los que supuestamente transitaban sobre el pasillo de la moderación, que no venían a insultar y tampoco a mentir, y resulta que están inoculando entre la gente el veneno del odio más ciego.

  - Vamos a dejar el tema, y que cada cual hago lo que le pete.

  - Vale. Y volviendo a aquella excursión por tierras zoupeiras. ¿Tú te acuerdas de lo que comimos  a la merienda en el Mirador?

  - Pues no. Sé que era algo poco habitual para comer en bocadillo, porque sí comimos bocadillos, ¿o no?

  - Estás en lo cierto. Comimos chicharrones.

  -  ¡Ostras! Pues hace la tira que no los como; aunque de aquella lo más habitual era comerlos en torta. ¡Ya me gustaría volverlos a probar!

  - A ver si se presenta la ocasión y los volvemos a catar en Villafranca.

  Al despedirnos en la Plaza de Jaume II, mientras caminaba de regreso a casa, fantaseaba con la idea de ver a Fermín ocupando escaño en el Congreso de los Diputados. Luego, pensando en algo más factible, no dejé de imaginarlo como un concejal más, sentado sobre una de las butacas del Salón de Actos del Ayuntamiento, en Villafranca, y hablando a la concurrencia, entre la cual no podía yo faltar.