Páginas
▼
lunes, 31 de marzo de 2025
miércoles, 26 de marzo de 2025
Wish you were here
¿Recuerdas cuando eras joven?
Brilabas como el sol
Brilla tú, diamante loco
Ahora hay una mirada en tus ojos
Como agujeros negros en el cielo
Brilla tú, diamante loco
Te atraparon en el fuego cruzado
De la niñez y la fama
Soplado por la brisa fría...
Trataste de descubrir el secreto demasiado pronto...
Amenazado por sombras en la noche... Etc.
Cuando Syd Barret apareció por el estudio de EMI en Londres, nadie de sus antiguos compañeros lo reconoció en un primer momento. Obeso, cabeza y cejas rapadas, y con el cerebro extraviado a los veintinueve años -si bien de eso estaban al corriente, de ahí su expulsión del grupo siete años atrás- les costó identificar a quien había sido cofundador y primer líder (etapa sicodélica) de Pink Floyd. El impacto fue tal, que Waters sollozó como un niño al decirle adiós. Los cuatro miembros se habían encerrado en las dependencias de EMI para grabar el primer trabajo tras el triunfo apabullante de The dark side of the moon, sin dar con la tecla idónea para componer material a la altura de lo que sus fans esperaban. Indirectamente, la tecla fue la presencia de Barret, creyente él de que iba a colaborar en la grabación. A partir de ese momento, el grupo comenzó a dar forma a lo que hoy es una de las cuatro o cinco mejores obras de los británicos, con el soporte de letras como esta de Shine on you crazy diamond, inspirada y con dedicatoria; una loa para una más de las víctimas de la droga, en este caso concreto del LSD.
Este tema había sido compuesto un año antes, incluso tocado en sus giras, pero no sería hasta 1975, año de su publicación, cuando adquiere la extensión definitiva -más de veinticinco minutos repartidos por igual entre el inicio y el final del disco- y una preponderancia incuestionable, convirtiéndose en la piedra angular del nuevo trabajo. Esas cuatro notas de guitarra de David Gilmour (Si bemol en cuarta cuerda, Fa en segunda cuerda y luego Mi y Sol al aire) que dan inicio a la segunda parte, acompañado por el sonido envolvente de los teclados a cargo de Richard Wright, es algo mágico, inolvidable, para escuchar una y otra y otra y otra vez; y ya con la entrada de la batería a cargo de Nick Mason, la sacudida sonora es para ponerte los pelos como escarpias. Yo diría que aquí Pink Floyd está muy cerca de alcanzar esa perfección sonora que siempre ha perseguido con tanta tenacidad.
Cuando el nuevo trabajo salió a la venta -en septiembre de este año se cumplirá el medio siglo-, las críticas no fueron las esperadas, ya que inevitablemente lo comparaban con The dark...; no obstante, con el paso de los años, la mayoría de entendidos han terminado por reconocer los méritos de esta obra conceptual que navega entre el homenaje más sincero a Barret por la desgracia de su enfermedad mental, y la crítica más afilada a la industria discográfica y quienes la manejan. Esa crítica se refleja en los dos temas que saldrían editados como singles de lanzamiento en USA: Welcome to the machine y Have a cigar, este, el único corte que no está cantado por algún miembro del grupo, y sí por su amigo Roy Harper.
A pesar del peso abrumador de Shine..., en el disco, quizás sea Wish you were here, la canción imposible de olvidar aunque transcurran los siglos, además de una de las más versionadas de la historia. Como ocurre con aquella, Wish you..., es la dedicatoria más sincera a Syd Barret (...Cómo, cómo me gustaría que estuvieras aquí, somos solo dos almas perdidas, nadando en una pecera año tras año, corriendo sobre el mismo viejo suelo, ¿Qué descubrimos?, los mismos viejos miedos, me gustaría que estuvieras aquí...)
La obra, como ocurre al inicio, se cierra con la segunda parte de Shine on you crazy diamond. Esta enlaza directamente con el final de Wish you..., adquiriendo protagonismo los sintetizadores de Richard Wright en comandita con la guitarra afilada de David Gilmour, antes de llevar la canción al estado de aparente sosiego de la primera parte, cuando Roger Waters vuelve a la letra ya conocida. Pero es sin duda Wright el indiscutible protagonista de esta joya que ha servido a tantos programas de televisión como banda sonora.
A modo de anecdotario, este gran disco -el favorito de Gilmour y Wright- fue grabado, como otros muchos, en los míticos estudios de Abbey Road entre enero y junio de 1975. El germen partió del proyecto Household objects, del cual solo sobrevivió el sonido de los bordes de copas de vino tocadas con los dedos humedecidos, para el comienzo de Shine... También, y a pesar de la tibieza de las críticas, el disco alcanzó el nº1 a ambos lados del Atlántico. Para la ocasión, Pink Floyd tenía decidido que Alan Parsons volviera a ser el ingeniero de sonido, pero este rehusó, por estar ocupado con su grupo en el nuevo proyecto, Alan Parsons Project; por tanto se decantaron por Brian Humphries, que no había trabajado con ellos desde el lanzamiento de More (1969). Para el lanzamiento de este disco en USA, la banda eligió a Columbia Records en detrimento de Capitol Records. Mientras, la carátula e imágenes interiores del disco, fueron obra del estudio Hipgnosis, volviendo a acertar una vez más con el diseño. Para finalizar, la revista Rolling Stone sitúa a este disco en el puesto 264 entre los mejores 500 de la historia.
miércoles, 19 de marzo de 2025
CINEFRANCA 2025
<<Las películas tocan nuestros corazones, despiertan nuestra visión, y cambian nuestra forma de ver las cosas. Nos llevan a otros lugares. Nos abren las puertas y las mentes. Las películas son los recuerdos de nuestra vida. Tenemos que seguir con vida>>. Haciendo caso a esta reflexión de Martin Scorsese, yo añado que un par de horas de película en pantalla grande es una terapia de choque perfecta para aminorar los estragos de este tiempo distópico que nos ha caído en suerte. Y para ello, nada mejor que recuperar este evento ya clásico de las ocho cintas a visualizar en un fin de semana en un lugar tan mágico como el Teatro Villafranquino, donde en años pretéritos ya se emitían cintas de relumbrón, junto a otras menos persuasivas.
Como en anteriores ediciones, Cinefranca 2025 se abre con la Bienvenida a los asistentes a eso de las 21.45 horas del próximo viernes 21. Será en el propio Teatro, donde, a continuación, se pasará el film de 1961, Uno, dos tres. Es muy aventurado decir cuál es el mejor de los ocho; pero a mí, y con permiso de algunos otros de indudable mérito, me parece el mejor. Billy Wilder firma uno de sus trabajos más redondos, mientras James Cagney logra una de sus mejores interpretaciones en el papel de ejecutivo de una empresa multinacional de refrescos en Berlín Occidental. Si hay una cinta imperdible, sin duda debe de ser esta, desarrollada a partir de un guión magistral que permite el ritmo trepidante de los 108 minutos de metraje.
Para el sábado 22 -el día de más ajetreo al emitirse la mitad de las películas-, una vez abierto el ambigú/desayuno en El Casino, a las 9:30 horas se pasa Amarcord (1973), que ganaría un año más tarde la estatuilla a la mejor película extranjera. Esta comedia y drama a un tiempo, se sitúa entre lo más brillante de la filmografía del gran Fellini. Un pueblo italiano con sus habitantes y vivencias es el protagonista de esta historia en pleno apogeo del fascismo.
Para las 12:00 horas queda la espléndida Sopa de ganso (1933), la comedia más recordada de los hermanos Marx -con permiso de Una noche en la ópera- y una de las mejores obras de Leo McCarey. Si alguien no la ha visto, no se la puede perder.
Tras la sesión de cóctel, y la botillada voluntaria sobre las 14:45 en Mesón don Nacho, El Casino y Villa Femita, llegará a la pantalla Patrimonio Nacional (1981). En esta, Berlanga da continuidad a La escopeta nacional, para mí la mejor de la trilogía denominada Nacional. No obstante, PN no deja de ser una aventura más por parte del genio creativo del valenciano que, sobre la base de un elenco de actores de primer nivel, logra a partir de sketchs estrambóticos, radiografiar en clave humorística a una parte de la aristocrácia española en decadencia.
A las 19:30 horas llegará el turno de Matar a un ruiseñor (1962). Este conmovedor drama judicial, adaptación de la novela homónima de Harper Lee, merece un aparte por el racismo, tema tan de actualidad ahora como lo estaba entonces, a pesar de los años transcurridos. A través de ella también se aborda la infancia de una manera especial. La interpretación de Gregory Peck, una de las más solventes de su filmografía, le valio el Oscar a la mejor interpretación masculina.
A eso de las 22:00 horas llegará el momento de la cena, a cargo de Quilicuá en Viña Femita. Luego, en torno a la medianoche, se proyectará Das Boot (1981) identificada en España como El submarino. Con un metraje de dos horas y media, y a pesar de que la acción transcurra dentro del sumergible, con una dinámica de supervivencia y claustrofobia, la película es agil y emotiva, jugando con los sentimientos del espectador más estoico. Este, uno de los mejores trabajos de Wolfgang Petersen, sino el primero, supuso el salvoconducto para su entrada en Hollywood.
El domingo 23 se clausura el Evento tras el pase de las dos últimas cintas. A las 11:00 horas se proyecta Dublineses (1987), también conocida como Los muertos. La espléndida novela de James Joyce sirvió al maestro John Huston para firmar una de las muchas obras maestras de su extensa carrera. Por casualidades de la vida, o no, esta se convirtió en su obra póstuma. Una delicia de apenas ochenta minutos que nadie debería de perderse. Delicia lo es también El rey de los cowboys (1925), uno más de los films dirigido y protagonizado por Buster Keaton, que a partir de unos cuantos gags muy a propósito con el argumento, logra otra obra maestra en apenas setenta minutos de metraje. Acompañará con el piano en directo, como en años precedentes, Ricardo Casas.
Un año más, y ya van unos cuantos desde la primera edición, Cinefranca se consolida como uno de los principales espacios de encuentro para los muy cinéfilos, pero también para aquellos que no lo son tanto y solo pretenden disfrutar de un fin de semana diferente en un lugar genuino como es Villafranca. A todos les animo a darse una vuelta por allá. Lástima que aquí un menda no pueda desplazarse a la Villa para acompañar, si bien lo hará en la distancia, tal vez revisionando alguna de estas ocho películas, todas de buena factura.
Por último quiero dar las gracias a los organizadores y colaboradores del Evento por su desinteresado trabajo para situar de nuevo a Villafranca en el mapa de los acontecimientos culturales. A todos ellos y a quienes vuelvan a gozar con el Séptimo Arte, mucha suerte y a disfrutarlo.
miércoles, 12 de marzo de 2025
La hija (mis charlas con Fermín)